Siempre me ha parecido que coger un avión es algo extraño, como un salto en el tiempo y el espacio. Cuando viajas en coche o en tren ves la distancia que recorres, pero cuando vuelas sí, pasas tus horas en la cabina, pero de pronto te encuentras en un lugar totalmente diferente al de partida y casi ni te has dado cuenta de cómo ha pasado.
Salí de Barcelona sobre la 13.20 con 25º y llegué a Berlin a las 15.30 con 17º. Al menos no llovía (ni había tormenta, como decía la previsión). Un vuelo tranquilo, un par de veces nos dijeron que había turbulencias, pero sinceramente ni las noté. Leyendo Leviatán (el 2º capítulo es genial) y escuchando a Vetusta. Ah, por cierto al final no me miraron nada del equipaje de mano, creo que en vez de 10kg llevaba por lo menos 13 contando la maleta y la mochila
Me esperaba el típico aeropuerto enorme, donde tienes que andar km hasta que sales a la calle, pero ¡qué va! era enanísimo. Todavía no eran las 16h cuando ya estaba en el taxi camino a Zehlendorf, el barrio donde vive mi familia de acogida.
Otro de mis temores era el taxi. Mi idea inicial era coger un bus hasta el centro primero y así ahorrarme la pasta, pero viendo lo que pesa mi maleta grande, mejor no sufrir tanto. El taxista se sorprendió cuando le dije el barrio y entonces ya pensé que a lo mejor se aprovecharía y me daría más vueltas de la cuenta para cobrarme de más. Pero como no podía hacerle nada decidí relajarme y mirar el paisaje.
Lo primero que sorprende de Berlín es el verde. Berín es verde. Árboles, parques por todos lados. Pero parques que parecen bosques. No podía dejar de mirar por la ventana. Me hizo mucha gracia un coche antiguo estilo seiscientos de color verde pistacho que pasó a nuestro lado. El hombre que lo conducía era tan alto que casi tocaba el techo con la cabeza. Pasamos por debajo de algunos puentes de ladrillo rojo que me recordaron a Corre Lola, corre.
También me hacía gracia que el taxista tenía que ponerse "las gafas del cerca" para programar el gps. Tenía la impresión de que conducía muy rápido, todos los coches la verdad, y entonces recordé que en Alemania no hay límite de velocidad.
Después de unos 20min me anunció que ya estábamos en la calle y ralentizó para poder ver los números de las casas. "Nummer eins", paró el coche delante de una casa enorme con un jardín enorme.
Finalmente, para mi alivio, me costó menos de lo que había previsto y el hombre muy amable sacó las maletas y las llevó hasta la verja del jardín. De pocas palabras pero resultó ser honrado ¿o quizás soy una desconfiada?
Sea como sea, primera prueba superada. Pero ¿y la casa? ¿era allí de verdad dónde iba a quedarme?
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