sábado, 20 de septiembre de 2014

Al borde de un ataque de nervios o de cómo preparar el equipaje

Mañana a esta hora ya estaré en la capital alemana. Ahorraos el chiste de "saluda a la Merkel de mi parte" porque ya me lo han dicho bastantes veces (original, la gente). 
Pues hace una semana empecé con las despedidas (creo que dedicaré a esto un post a parte) y acabé freaking out  me puse un poco nerviosa y me dio por sacar la maleta y toooooda la ropa de invierno que tenía en el armario.



Los que habéis estado en mi casa sabéis que mi habitación es enana y como todas las cajas de ropa se guardan en el armario de la habitación de mi hermana, allí dejé todas las cajas y amontoné las dos maletas + la ropa en el estudio/biblioteca. 

Vale, acepto que quizás me pasé de previsora (ya he recibido las suficientes bromas, gracias). Pero he de decir que empecé a hacer la maleta de verdad el miércoles y eso no ha sido exagerado, porque la de veces que tienes que cambiar las cosas de sitio y decidir qué dejar y qué añadir lleva su tiempo. 

Pero más que más que dar consejos (que de eso hay mucho en la red), prefiero ilustrar las fases por las que he pasado ante esta pesadilla:





  1. Aceptar que no te vas al fin del mundo. Estuve a punto de ponerme a comprar cremas y potingues como si me fuera al polo norte hasta que una vocecita interior me dijo "en Alemania también hay supermercados y farmacias". 
  2. Buscar ayuda. Después de preguntarle a San Google, he extraído dos conclusiones de los numerosos tutoriales de youtube y consejos de blogeros: enrollar y envasar al vacío. Estas dos técnicas me han facilitado bastante las cosas. Enrollar las camisetas lo voy a hacer de ahora en adelante para todos los viajes, porque además de ahorrar espacio y no arrugarse tanto la ropa, a la hora de sacar cosas de la maleta también permite no tener que hacer lo típico de estirar de la camiseta que quieres (que siempre acaba al fondo de todo) y arrugar todo el resto de ropa que había encima. Envasar al vacío va especialmente bien con cosas que tengan mucho volumen, en este caso mi abrigo (comprado especialmente para soportar las bajas temperaturas berlinesas) que me ocupaba prácticamente media maleta. 
  3. Creer que lo tienes todo controlado. Llegados a este punto te embarga el optimismo porque parece que cierra la maleta y además te sobra peso del máximo que te pone la aerolínea. Y esas "cosillas" de última hora, ya las irás metiendo porque no molestan.
  4. Caer en la desesperación. Pues resulta que cuando has ido a ponerte con esas "cosillas", no eran tan pequeñas como pensabas (un secador de viaje, un par de toallas, un bolso...) y de pronto parece que todo lo que habías conseguido no ha servido de nada. Claro, en los tutoriales parece todo perfecto y maravilloso, pero la gente suele explicar qué llevar a viajes cortos, no para 3 meses (cuento que volveré en Navidad) a un sitio donde hace un frío de muerte. Así que solo queda
  5. Resignarse. La maleta ya no parece tan grande como al principio y llega el momento en el que tienes que dejar bastantes de las cosas que pensabas llevarte. Habrá que acostumbrarse a repetir más de ropa (dedico a Salut este punto, por recordarme que en Alemania no hay que ir a lavar al río, sino que tienen lavadoras). Pero, eh, creo que no va a estar tan mal. Porque si te paras a pensar quizás este jersey ya no te lo pones tanto, esta camiseta ya te aburre... pues mi hermana encantada de que le deje ropa y yo de poder ir de tiendas en Berlin.
  6. Cerrar la maleta. Solo voy a decir que mi hermana se ha sentado encima mientras mis padres y yo apretábamos los cierres. Tengo miedo de abrirla por si sale todo volando.
Así que finalmente me voy con una maleta grande, una de mano y una mochila, con el miedo de que Vueling me hunda en la miseria me ponga pegas.

Y si esto os ha aburrido u os da palo leerlo, así se resume mejor:








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