Desde que llegué a esta casa he querido hablar sobre ella, pero al final más que explicar mis primeras impresiones, voy a hacer el balance de lo que ha sido mi primera semana de esta pequeña gran aventura.
No podría describir la casa enteramente, primero porque no la he visto toda y segundo, porque me llevaría demasiado tiempo. Todavía encuentro cosas que no había visto antes.
No se usa la entrada principal si no una más lateral que da a un porche y de pronto te encuentras en este salón:
El piano está viejísimo y muy desafinado, pero además de esto hay un gramófono, lo que creo que es una flauta travesera en su funda, un tambor africano, una estantería llena de discos de música clásica y ese cuadro blanco que se ve en la foto sobre un caballete es un árbol geneálogico de compositores.
Luego pasas a la entrada (supongo que ahí es donde llegas si entras por la puerta principal) y te encuentras con dos de estos amigos:
Curioso ¿verdad? Pero lo más curioso es que hay ¡un confesionario! No es broma. Pensaba que era un armario o algo así y el otro día me di cuenta de lo que era. ¿Quién tiene un confesionario en su casa?
En esta planta además hay dos de las habitaciones y un pequeño baño.
En el piso superior está la cocina, que es muy grande, y otro baño con ducha y un pequeño balcón. Además de otros dormitorios que no he visto. ¡Pero es que todavía hay otro piso con más dormitorios! Ahí no he estado pero creo que hay incluso otro baño porque me extraña que en todo el tiempo que llevo aquí solo me he tenido que esperar para ducharme porque estaba el baño ocupado una vez. Somos ahora mismo... siete personas viviendo en la casa.
¿Y mi habitación? Downstairs. Me gusta porque tengo mucha privacidad. Hay dos habitaciones más, pero una es el cuarto de la lavadora y la otra es como un trastero. Lo único que no me gusta es que es muy fría. Por ejemplo ayer y hoy ha hecho un calor inusual (it feels like home *_*) y he salido solo con una camiseta de manga larga, pero en mi habitación tengo que ponerme dos chaquetas porque si no tengo frío (tranquilos que tengo edredones de sobra y duermo muy bien).
El miércoles me mudo o sea que mañana tengo que hacer las maletas (bueno solo medio hacer). Me da la impresión de que hace siglos desde que llegué, pero a la vez ha pasado muy rápido. Estoy muy contenta de haber aterrizado aquí porque para ser la primera vez que estoy sola fuera de casa tanto tiempo, me he sentido como dentro de una familia.
Esta tarde por ejemplo, me he encontrado a Alyssa, que volvió ayer de su fin de semana en Praga, y me ha dicho que se iba al parque aprovechando el buen tiempo para hacer Yoga. Le he dicho que siempre lo había querido probar y me ha propuesto darme una miniclase. Se ve que ella ha sido o quiere ser instructora de Yoga (no me ha quedado muy claro). Así que ya nos veis a las dos en su cuarto con música oriental e incienso, sin más compañía que la de Booma, que ha entrado inesperadamente y no nos dejaba sentarnos en el suelo porque quería que jugáramos con él.
Irina (la señora de la casa, ya os hablé de ella) es todo un personaje. Nos cuenta cada día historias muy graciosas sobre su vida.
El otro día nos contó que la primera vez que estuvo en el Museo del Pérgamo, el muro todavía estaba en pie. La tuvieron retenida en la frontera durante horas porque llegó con un pasaporte canadiense y apellidos rusos (es nacida en Canadá pero sus padres son rusos) y 17 sellos de Cuba. Y os estaréis preguntando ¿qué hacían 17 sellos cubanos en su pasaporte? Pues eso fue lo que le preguntamos. Nos explicó que cuando era joven trabajó durante varios veranos en unos cruceros que se organizaban desde Rusia hasta Cuba y otras islas del Caribe. Los barcos pasaban primero por Canadá y para poder entrar en Cuba debían llevar al menos 5 canadienses a bordo (no entendí del todo por qué). Así que su trabajo básicamente era ir de crucero. Volviendo a la historia inicial, finalmente pudo ir a visitar el museo, pero por aquel entonces no había paneles explicativos ni nada por el estilo, pero tuvo la suerte de que había un grupo con una guía rusa (Alemania del este, podéis imaginarlo). Empezó a seguirlos, pero al parecer la gente se ponía muy nerviosa porque no sabían quién era esa misteriosa mujer que los iba siguiendo.
Hoy nos ha explicado algo sobre Rusia (ella habla ruso también). Una vez invitaron a sus padres a una recepción inglesa en Moscú y en la invitación ponía "de las 4 a las 7". Eso para los rusos era casi un insulto ¿cómo puedes decirles a tus invitados a qué hora deben irse? Pero bueno, muy British. Al parecer los rusos son muy hospitalarios en el sentido que es muy común invitar a gente a casa muy a menudo. Y aquí viene la anécdota: un día Irina daba una cena. Abrió la puerta para recibir a uno de sus invitadas, una amiga suya, la cual apareció con un hombre a su lado. Irina no sabía quién era él pero supuso que era algún amigo o novio de su amiga así que le dio sus tres besos (en Rusia son tres) y los invitó a pasar y a que tomaran algo. De pronto el hombre le dijo "perdone, pero soy el taxista, solo quería pedirle cambio". Me recuerda a alguna escena de los hermanos Marx.
Aunque mi estancia ha sido muy corta (normalmente los estudiantes que vienen se quedan varios meses) Irina me ha dejado su Gästebuch (libro de invitados) donde todo el mundo que pasa por aquí deja su huella. Aún tengo que pensar qué voy a escribir, pero he estado curiosenado el libro.
Empieza en el año nuevo de 2006, así que os podéis imaginar lo gordo que es. Hay firmas de gente de todo el mundo, un montón de dibujos y fotos. Realmente me parece una preciosa idea hacer esto si recibes a gente tan diferente durante tantos años.
De todas formas como estaré en Berlín, me pasaré alguna vez a hacer una visita. No sé si se aprecia bien en la foto (la foto de la casa que hay en la portada del libro), pero la casa está totalmente nevada y es preciosa. Definitivamente tendré que venir a verla cuando nieve y a despedirme de mis compañeras americanas que se marchan en diciembre. Todavía le debo a Alyssa una tortilla de patatas a cambio por su clase de Yoga :3